El
sistema social en el que vivimos ha sido creado, financiado y
dirigido por la élite luciferina que nos tiene sometidos, el primer
paso para la liberación final de nuestras cadenas se da en nuestra
mente. La élite ataca directamente a nuestra psique para hacerla más
manejable, más sumisa a sus intereses. Desde nuestra más tierna
infancia los dirigentes políticos a sueldo de la élite promulgan
leyes educativas que nos instruyen en sus dogmas globalistas. En el
hedonismo, el individualismo, el multiculturalismo, el relativismo,
la disolución de la familia y la nación. Los medios de comunicación
y entretenimiento a sueldo del sistema bombardean continuamente al
individuo en estos dogmas inmutables. Nos han hecho creer que el
sistema es bueno, es democrático y es justo. La realidad es que el
sistema es bueno, democrático y justo solo para la cúspide de la
Pirámide del Poder. Las mentes más despiertas logran percibir
aquellos pequeñas grietas por donde se puede ver por momentos la
auténtica cara de los que dirigen. El ser humano ve como aumenta el
control sobre él mediante el desarrollo del progreso tecnológico
practicado en aras de su bienestar y de su comodidad. Ve como cada
vez es más seguido, más controlado hasta el extremo por medio del
control de computadoras y teléfonos móviles de última generación.
Sus pautas de conducta, sus gustos, preferencias y datos son grabados
a diario sin su consentimiento. Es seguido, vigilado en todo momento
por el mundo tecnológico puesto ante sus ojos para según le cuentan
hacerle su vida más cómoda, más entretenida o más placentera. Su
puesto de trabajo es parte del engranaje del sistema, no para
realizar un aporte determinante para la comunidad ya que éste se ha
convertido en elemento indispensable para pagar las deudas contraídas
con el sistema, impuestos, préstamos, hipotecas, etc... El puñado
de privilegiados que pueden ahorrar algo en el banco desconocen que
ese dinero que depositan en la entidad bancaria es utilizado para
realizar más préstamos y endeudar a más gente. Llegados a ese
punto, el individuo ve como siguen subiendo los impuestos y cada vez
recibe menos contraprestaciones públicas, cada vez los ricos son más
ricos y los pobres son más pobres. El individuo entonces es
consciente de que años atrás pagaba menos impuestos y tenía
condiciones de vida más favorables incluso ganando menos dinero.
Nadie le da una solución, políticos y medios de comunicación le
explican que el sistema es cíclico, hablan de la “coyuntura
económica”, “de los mercados”, de “la prima de riesgo”. El
individuo es bombardeado diariamente por la propaganda de los medios
al servicio del régimen usurocrático, te explican que la tradición
y tu herencia es algo carca, trasnochado y antiguo. Pero el individuo
siente latente en su sangre y en su
espíritu las tradiciones y motivaciones de sus antepasados como algo
que forma parte de su esencia como ser humano y sabe que son las
suyas y que no son las mismas que las de un esquimal de Groenlandia o
las de un apache del Cañón del Colorado. Le hablan de la guerra
contra el terrorismo, pero no son los terroristas los que dejan
inoperativos sistemas de seguridad como el NORAD el 11-S o desguazan
los trenes del 11-M en menos de 24 horas. Le hablan de la maldad y
corrupción de elementos de las jerarquías eclesiásticas pero esos
elementos no son los que ayudan en el tercer mundo con profunda
abnegación y sin más interés que el hacer el bien para el más
débil. El vicio y las desviaciones sexuales son promovidos y
exhibidos sin ningún pudor por los medios de entretenimiento del
sistema como parte de ese “opio” para aletargar a las masas. Pero
lo cierto es que el individuo busca en la espiritualidad, en lo
trascendente, el camino para acercarse a su creador. Porque esto y no
otra cosa es percibida como la auténtica verdad de nuestra
existencia y no la adoración al “dios dinero” tan del agrado del
sistema usurocrático de nuestro tiempo. Cuando una cantidad
suficiente de individuos es consciente de este esquema de valores
perverso, es cuando se logra dar el primer paso en la revolución
final contra nuestros opresores. Esta revolución debe ser una
revolución de esclavos como fue la de Espartaco contra el Imperio
Romano hace 2000 años o la de los haitianos contra los negreros del
Imperio Francés a finales del siglo XVIII. No puede ni debe contar
con la participación de las élites financieras como sucedió en el
pasado en las revoluciones americana y francesa. Y como todo esclavo
que anhela su libertad, la primera batalla para conseguirla se da en
su mente, reaccionando ante las estafas del sistema usurocrático.
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