Acabadas las
guerras napoleónicas, la élite financiera ya dominaba de facto
Europa y Estados Unidos mediante el control de sus bancos centrales y
de la emisión del dinero. La élite financiera fue asumiendo
paulatinamente a lo largo del siglo XIX, el control de los
principales bancos centrales europeos y americanos. Todo aquel que se
oponía a sus planes era asesinado por algún “loco perturbado” o
tenía un oportuno “accidente”. Nadie se podía salir del guión,
aquel dirigente político que deseaba cambiar la ley para devolver el
control sobre la emisión del dinero al pueblo (algo lógico en una
democracia real) era convenientemente sobornado o asesinado a
elección de la víctima al más puro estilo mafioso. El recordado
Presidente estadounidense Abraham Lincoln (1809-1865) ansiaba
recuperar la soberanía nacional en la emisión de moneda, “el
mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto del
trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó.
El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la
mayor consideración”. Esta era la brillante afirmación del
histórico presidente norteamericano. Esa búsqueda de libertad
económica para su pueblo le costó la vida.
La
élite financiera a principios del siglo XIX ya había echado sus
redes en los gobiernos más poderosos del mundo, en todos menos en
uno, el Imperio Ruso. El control del banco imperial ruso se les
escapaba obstinadamente, el Zar se negó en redondo a ceder el
control de su banco central a las élites financieras iluminati. Esto
provocó un plan maquiavélico que en menos de cien años
desencadenaría en la revolución rusa de 1917 y el asesinato a
sangre fría de todos los miembros de la Casa Real Rusa incluyendo a
los niños. Un plan perfectamente orquestado durante décadas. Estas
élites financieras formadas por unas pocas familias endogámicas de
origen jázaro y con oscuros ancestros alquimistas con
conocimientos esotéricos, habrían urdido un plan maestro a largo
plazo para acabar con la monarquía rusa, éste no era otro que la creación y financiación
del socialismo y el marxismo.
En
sus primeros escritos el colaborador de Karl Marx (1818-1883),
Friedich Engels (1820-1895) habla sobre el sistema capitalista como
el último sistema de clases, el socialismo era el primer paso para
su extinción, para la creación de lo que hoy conocemos como Nuevo
Orden Mundial.
La
vocación internacionalista del movimiento socialista primigenio era
inequívoca. Encontramos entidades directamente financiadas por la
élite económica, como fue la británica Sociedad
Fabiana un movimiento de intelectuales estrechamente
relacionado con el laborismo anglosajón, creado en 1884
para la promoción del socialismo en todos los rincones del Imperio
Británico, cuyo revelador emblema primigenio era un lobo con piel
cordero. Destacados miembros de la Sociedad Fabiana fueron conocidos
escritores como H.G. Wells (1866-1946) o George Bernard Shaw
(1856-1950). Los “fabianos” tomaron su nombre del antiguo general
Romano, Quintus Fabius Maximus Verrucosus (280 a.c- 203 a.c. )
ideólogo de las llamadas “tácticas fabianas” novedosas en la
época romana y consideradas por algunos estudiosos como el origen de
las llamadas tácticas de guerrilla. El General Fabius se hizo famoso
en la segunda guerra púnica contra los cartagineses (218 a.c.-201
a.c. ), por su estrategia de desgaste, consistente en atacar las
lineas de suministro del ejército rival mucho más numeroso, la
llamada táctica de desgaste, un hostigamiento gradual hasta la
consecución de la victoria final. Precisamente esta estrategia
gradual, de ir introduciendo cambios poco a poco para lograr sus
objetivos socialistas es el paradigma de actuación de la Sociedad
Fabiana, la “táctica fabiana”.
El
socialismo nacía con vocación de ser la antítesis al
sistema democrático liberal dominante. Lógicamente para que una
ideología política fuera implantada y tuviera éxito, debía haber
una demanda social a su ideario. Esa demanda social sin duda alguna
era la clase obrera del siglo XIX. La mano de obra en su mayoría
esclava hasta finales del siglo XVIII, fue dando paso a lo largo del
siglo XIX a una mano de obra obrera mucho más barata. Por desgracia
estas élites pregoneras de la igualdad, fraternidad y prosperidad,
todo esto para ellos mismos claro está, se dieron cuenta que el
esclavismo a medida que se desarrollaban sus conglomerados
industriales no era rentable. El gasto del mantenimiento de un
esclavo era demasiado elevado en comparación con el coste de un
obrero. El empresario no tenía que asumir la manutención del
obrero, ni siquiera propiciarle una vivienda y mucho menos una
atención médica, ni vestirlo, ni pagar por traerlo desde su lugar
de origen. El liberalismo salvaje del siglo XIX era mucho más
rentable en términos de mano de obra. Por un salario miserable, el
obrero se desplazaba solo a la fábrica, si enfermaba no había que
hacerse cargo de él, ni por supuesto proporcionarle forzosamente
vivienda o ropa. Si el obrero moría, uno nuevo acudía
voluntariamente a la fábrica sin coste alguno de transporte y por
supuesto trabajaban tanto hombres, como mujeres, como niños sin
distinción, por un salario miserable que utilizaban para pagar su
subsistencia, reintegrando de esa manera el dinero aportado por el
empresario nuevamente en el sistema financiero. El esclavo había
pasado a llamarse obrero y tenía que pagar para vivir, con lo cual
todo quedaba en manos del poder económico. Un auténtico chollo para
la élite, que vio como su incremento en la producción necesitaba
cada vez más mano de obra, lo que hubiera hecho subir los costes de
mantenimiento por esclavo a cifras no asumibles para sus expectativas
de beneficio. ¿Cuantas casas, cuantos alimentos o cuanta ropa
tendrían que haber costeado para mantener la mano de obra esclava?.
Esa y no otra es la razón por la que abolieron la esclavitud, no
dudo que hubo muchos hombres y mujeres que de buena fe lucharan
contra la lacra de la esclavitud. Absolutamente deleznable para
cualquier ser humano de bien, pero no para la élite. La élite en la
sombra, carece de empatía y de sentimientos, los auténticos amos
del dinero no entienden de sentimientos o de justicia, solo entienden
de poder y dinero.
Este concepto es muy importante que se tenga
presente. La élite posicionada en lo más alto del escalafón del
poder es de carácter luciferino. Tomen nota de las palabras del
“insigne” masón estadounidense de grado 33, Albert Pike (
1809-1891 ), "¡
Lucifer, el hijo de la mañana !, que nombre tan extraño y
misterioso para referirse al espíritu de la oscuridad. ¿ Es él
quién porta la luz y con su intolerable esplendor ciega las almas
débiles, sensuales o egoístas ?. No lo duden”. Esta frase aparece
en la página 321 de su libro, “Morales y Dogma”. La élite
utiliza el dudoso arte del subterfugio, del engaño para manipular a
las masas a su antojo. Presten atención a lo que dijo por ejemplo
Antoine de Rivarol (1753-1801), uno de los integrantes de la
Revolución Francesa, refiriéndose a la élite financiera, “ el
gato no nos acaricia, se acaricia contra nosotros “. Dicha
frase resume perfectamente las prácticas luciferinas de esta
élite maligna y despiadada.
Nuevamente
aparece la élite financiera , detrás y en la sombra promocionando y
financiando a los ideólogos del socialismo/marxismo, Engels y Marx.
Según Christian Racovski (1873- 1941), destacado líder comunista y
embajador soviético en París, fue Lionel Rothschild (1808-1879), el
financiero del comunismo marxista desde sus inicios. “Nathan
Rothschild le dió a Marx dos cheques de varios miles de libras para
financiar el socialismo. Los cheques fueron expuestos en el British
Museum, después que Lord Lionel Walter Rothschild, legó su museo y
biblioteca al British Museum,” argumenta David Rivera en su obra “
Aviso final: una Historia del Nuevo Orden Mundial”.
La
difusión de obras como “El manifiesto Comunista” o “El
Capital” por toda Europa corrió a cargo de la élite financiera.
No hay que olvidar llegados a este punto que la élite tenía en el
punto de mira desde hacía décadas a la Rusia Zarista. La dinastía
gobernante de los Romanov continuaba teniendo el control del Banco
Imperial Ruso. Pese a que los zares depositaban su inmensa fortuna en
bancos pertenecientes a la élite financiera mundial y que incluso
con ello lograban pingües beneficios. Esto no era suficiente como ya
hemos repetido, la élite bancaria quiere el control en la emisión
del dinero de todas las naciones, quieren el control total. Y los
zares a lo largo del siglo XIX se negaron a ello. El movimiento
comunista creado y financiado por la élite sería el caballo de
troya elegido para dinamitar el régimen absolutista ruso. Es en este
momento de la historia donde emerge la figura del banquero alemán
Jacob Schiff (1847-1920 ), vinculado también a la casa Rothschild.
Jacob
emigró a Estados Unidos donde fue el director de la
poderosa firma de inversiones Kuhn, Loeb and Co. Schiff financió
directamente las andanzas de Trotski en Estados Unidos y su posterior
viaje desde Nueva York a Rusia para participar en la revolución
bolchevique de 1917 que desmantelaría el régimen zarista. Schiff y
el Banco de Inglaterra bajo control Rothschild también financiaron
al Japón, en la guerra Ruso-Japonesa de 1904- 1905, hecho que
permitió a Japón pasar de un régimen feudal a un país
industrializado y moderno en pocos años.
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