Si
en algo son grandes maestros los integrantes de la élite dominante es en la manipulación de las grandes palabras que conmueven al
espíritu humano. Libertad, igualdad, prosperidad, fraternidad,
democracia, progreso, etc, etc, etc. Se han servido de estas grandes
palabras para narcotizar a la masa humana y dirigirla hacia su
interés final que no es otro que el control total del planeta.
Mediante las revoluciones y las guerras creadas y financiadas por
ellos mismos han ido paulatinamente adquiriendo más y más poder
desde hace doscientos años, siempre de cara a la galería bajo un
velo de progreso y libertad. Nos han vendido la globalización como
algo bueno. Nos dijeron que gastar y gastar en cosas materiales
innecesarias era bueno. Nos dijeron que endeudarse era bueno. Para
finalmente llevarnos a la pobreza dentro de la abundancia de
recursos. ¿ Pagamos más o menos impuestos cada año que pasa ?,
¿ tenemos mejor o peor asistencia pública a cada año que pasa ?.
La realidad es que la crisis actual, al igual que la crisis anterior
a 1913 y la crisis de 1929, ha sido planificada y ejecutada por los
mismos que controlan la emisión del dinero, tanto el euro en la
actualidad, como el dólar con la intención de dar una vuelta de
tuerca más a la concentración
de recursos en sus insaciables manos, lo que les proporciona más
poder sobre todos nosotros. Son inmensamente ricos, no es cuestión
de dinero, ya que el dinero lo crean ellos mismos. Es cuestión de
poder y control, se aprovechan de los rencores entre los seres
humanos, del odio, de todas las debilidades humanas para enfrentarnos
entre nosotros para que de esa manera no podamos ver el rostro del
auténtico enemigo en la sombra. La élite luciferina que controla y
dirige a la élite financiera y política.
Pervierten
el lenguaje y crean etiquetas que descalifican al disidente.
Xenófobo, racista, antisemita, subversivo, extremista, radical,
ultra, son etiquetas habituales para aquel que discrepa de los dogmas
de fe inmutables del sistema usurocrático. Por contra, tolerante,
demócrata, liberal, multicultural, abierto, moderado, dialogante,
son etiquetas habituales para muchos que solo son vasallos a sueldo
de la élite creadora de este sistema corrupto. Las etiquetas las
deciden los amos del sistema usurocrático y son impuestas según si
los etiquetados se ajustan a sus deseos o por el contrario son
beligerantes a estos. A
través de la perversión de “grandes palabras” como “libertad”
y “democracia” a la cabeza, un grupo reducido de familias dueñas
del sector financiero mundial nos han llevado a guerras y todo tipo
de conflictos sociales, enriqueciéndose con ello por el camino y
obteniendo cada vez más y más poder. Lo cierto es que todas las
guerras desde Napoleón hasta nuestros días se han hecho supuestamente en aras de
la libertad y el patriotismo, cuando realmente han sido planificadas
por la élite financiera dominante en aras de la codicia y el poder.
Por desgracia la realidad de los hechos dista mucho de las grandes
palabras. El arte del engaño es parte de la doctrina de los
seguidores de Lucifer, hacerse pasar por bondadosos filántropos
preocupados por el devenir humano es parte de la mascarada. En
realidad son bestias malévolas sedientas de codicia y poder.
La
élite financiera ha creado y financiado toda una serie de
organizaciones filantrópicas globales para narcotizar a la población
en su doctrina buenista. Cuando lo cierto es que con una pequeña
parte de la fortuna de este grupo de familias dueñas de la economía
mundial podrían acabar con la pobreza infantil en menos de 24 horas
y continuar siendo inmensamente ricos. Instituciones como el FMI o el
Banco Mundial, en teoría instrumentos para fomentar el desarrollo de
los países más pobres, se han convertido en instrumentos de control
de naciones enteras sometidas a una deuda inmensa que jamás podrán pagar. Nos dicen que las naciones occidentales son sociedades
libres y democráticas cuando en realidad la libertad de expresión
termina cuando pones en duda los cimientos del sistema usurocrático
disfrazado de democracia. Nuestro voto está condicionado por la
presión de los medios de comunicación al igual que los partidos
políticos propiedad del mismo amo financiero dueño del sistema
económico internacional. El sistema está tejido de tal manera que
todo aquel que no sale en televisión simplemente no existe y al
igual que al exclusivo club Bilderberg a los grandes medios de masas
solo se accede por invitación y con la bendición del propietario.
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